Observación

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Aproximaciones a la observación de la realidad para trabajar desde el coaching

El Coaching es una disciplina que ayuda a las personas, equipos y organizaciones a alcanzar sus máximos niveles de desempeño. A través del proceso de coaching, el coach acompaña al coachee (cliente de coaching) dentro de un contexto de seguridad y confianza que le llevará a la toma de conciencia de la realidad, seguido del autoconocimiento, para acompañarle a continuación a que identifique un objetivo y trace un plan de acción, midiendo el progreso a través de un seguimiento continuado.

El coach acompaña al coachee en el análisis de su situación actual con el fin de que tome conciencia de su realidad e identifique así los posibles obstáculos y limitaciones que le separan del objetivo. Dentro de las diferentes líneas de observación de la realidad que rodea al coachee está el análisis de “las etiquetas”.

Las etiquetas son arquetipos que creamos en la mente referentes a los demás, al mundo y a nosotros mismos. El filósofo Jose Antonio Marina en su libro “El vuelo de la inteligencia” va más allá en este análisis y refiere que todos tenemos un estilo afectivo a través del cual interpretamos la realidad que nos rodea de forma optimista o pesimista. Este estilo afectivo se basa en 4 subdominios: 1) La situación real, es decir, lo que nos pasa. Cada persona interpreta la realidad de una manera diferente que tiene que ver con los 3 subdominios restantes: 2) Las necesidades, deseos y proyectos; 3) El sistema de creencias que tenemos acerca del mundo, de los demás y de cómo se desarrollan las cosas; 4) La idea que cada uno tiene de sí mismo y de su capacidad de resolver problemas. 

En definitiva lo que está refiriendo Marina es que “el proceso de etiquetado” de la realidad que nos rodea tiene que ver con nuestro modelo de observador y con nuestra capacidad para emitir juicios de la realidad percibida. Este proceso de etiquetado tiene un peligro cuando confundimos “juicios” con “hechos”. 

Los “juicios” tienen que ver con opiniones subjetivas de un hecho en concreto; sin embargo los “hechos” son circunstancias constatables, verificables empíricamente. 

Cuando las etiquetas son negativas, son una barrera obstaculizadora que frena la capacidad de acción del individuo. ¿Por qué? Porque al poner etiquetas a las personas actuamos con ellas de una manera que contribuye a potenciar la conducta que pretendemos evitar (el juicio que hemos realizado) y que, por lo tanto, nos confirma nuestro diagnóstico, siendo para nosotros verdades incuestionables.

Establecer espacios para que la persona realice un profundo trabajo en relación su manera de etiquetar al mundo y a él mismo, le facilitará el acercamiento a nuevos focos de observación, lo que se convertirá en una apertura de posibilidades y de diferentes escenarios de actuación desde los que fijar objetivos más sostenibles y perdurables.

Por Marta Ibáñez Cruz.